10 de noviembre de 2011

Capítulo 40: Ya es hora de volver a casa...


Todo parecía estar bajo control y bien organizado para la conferencia de la mañana siguiente.
Entre papeles, carpetas desordenadas, balances y discursos que ronsaban en mi cabeza, un golpe débil en mi puerta me desenfocó del trabajo. Mis ojos vagaron sobre la puerta y mi primera impresión había sido que Dayna fuera la que esté detrás de allí y que tenía ansias de verme después de que yo, como un vampiro estresado, había pasado todo el día dentro de esa oficina.
La puerta se abrió a mi voz de "Pase" y Francis se habái asomado tranquilamente.
Aunque eso creía de su expresión serena, no era cierto ninguno de sus rasgos al cerrar y escuchar crujir la puerta detrás de su espalda. Su rostro se transformó ante la presencia única de nosotros dos.
- ¿Trabajando hasta tarde?- criticó con un tono burlón mientras sus ojos pendulaban sobre las hojas y archivos. La sonrisa que mantenía incómodamente fija hacia a todo lo que vislumbraba, tanto conmigo, era macabramente molesto.
Era muy rara el interés sobre mi trabajo en aquel hombre.
- No es tarde - le refuté y miré mi reloj- no sabes leer la hor...- lo miré apesadumbrado.
- Exacto-  sonrió triunfante - ya es hora de volver a casa... O mejor, es hora de salir de mi camino...
Confundido, me levanté de mi asiento.
- ¿De qué camino, hermano?
- El mío y de Dayna, "hermano"- apoyó fuertemente sus manos en el escritorio y mis ojos se abrieron como platos.
- ¿Qué? Te estás envalando en algo en lo que no entiendes que no perteneces como lo es el camino de mi novia. Vete de mi vista...- me senté de nuevo en el escritorio, creyendo que él se iría pero sólo vi cómo me acechó rápidamente y con sus manos, me paralizó de tal manera el cuerpo con una llave que no podía respirar - ¿Q-qué te p-pasa?- dije ahogado. Veía como su mandíbula estaba tensa mientras trataba de pelear contra su fuerza.
- A mí, nada... Pero si no quieres salir por tu cuenta, tendré que improvisar...- soltó una de sus manos de mi cuello y introdujo su mano en la solapa izquierda de su traje. Mi cuerpo se tensó al sentir un frío metal en mi mano - Ella se sentirá destrozada cuando sepa que ya no respiras... - bromeó roncamente en mi oído y el filo de su navaja recorrió mi muñeca. Cerré los ojos ante el dolor que sentía punzar contra mi piel.
- ¡Hijo de puta!- le grité cuando la humedad de mi sangra empezaba a correr por mi brazo. Como pude, empujé a Francis lejos mío pero la herida ya estaba abierta. La miré con los ojos entrecerrados, sintiendo que mi corazón bombeaba lentamente y mi cuerpo se tambaleaba. La sangre no dejaba de expulsarse de mi cuerpo y sólo puede caer sobre la alfombra. Traté de parar la hemorragia con el puño de mi camisa pero todo se desvanecía ante la mirada de Francis...
No quería morir sin haber siquiera tocado los labios de Dayna pero con sólo su imagen en mis últimos minutos de vida, la sonrisa se colmaba mientras mis pulmones dejaban de funcionar lentamente...
Un ruido como el que sentí cuando Francis cerró la puerta y todo ese calvario sucedió, me mostró que me había dejado solo en la oficina con sólo mi cuerpo que se deterioraba sobre mi sangre...
- Dayns...- suspiré con mis últimas fuerzas y pateé mi escritorio en busca de socorro.
Ya no tenía salida y me dejé desangrar allí mismo, vislumbrando una tenue luz a lo lejos y que picaba sobre mi retina.
- ¡Joseph! - escuché gritonear y un cuerpo se echó sobre el mío...
"- La última vez que te vi tuvimos un buen acostón y ahora que ya decidiste buscarte alguno que otro bastardo, tendrás que cobrar algunas multas por tu desacato e infidelidad. Podemos congeniar un buen y sucio jueguito parecido al de la otra vez...- dijo bajo y me asqueó por completo..."
- ¡Nooo!- grité al despertar. Todavía seguía sentada en el asiento de recepción.
Al ver que no era Joseph el que había salido del ascensor, mis ojos se habían cerrado instantáneamente esperando a Joseph.
Traté de calmar mi respiración ya que la pesadilla con Francis había sido muy shockeante para mí... ¿Por qué había soñado que él me haría ese daño?
Creía en que Francis era vengativo pero nunca iba a poder imaginar que él quiera verme sufriendo. Suspiré antes de subir hacia el piso de Administración, directo a hablar con Joseph.
De esto no se salvaba.
Nunca había sentido la trayectoria del ascensor tan lenta. 
- Es una porquería esto...- bufé y miré a los números, los cuales no llegaban más al piso de Administración - Voy a matar a Joseph cuando lo...- se abrieron las puertas metálicas y mis tacones se escuchaban golpear en el suelo del pasillo.
Mi cuerpo se tensó por completo al comprender que en la puerta de la oficina de mi novio se había abierto rápidamente. Allí estaba Kevin... Allí estaba con la camisa desarreglada y ensangrentada... ¿¡Ensangrentada!?
Nunca en mi vida había corrido tan desesperadamente, llevada por la adrenalina y el mal presentimiento que esa imagen me producía dentro.
- ¡Kevin!- le grité al tenerlo enfrente todo manchado - ¿Qué pasó?¿Kevin?
Él estaba desenfocado y sus ojos se inundaban de lágrimas con su celular en la mano.
- No lo sé. Lo encontré así y...- su voz temblaba y sus ojos se llenaban de lágrimas.
- Dayns...- escuché dentro de la oficina, esa voz que casi no había reconocido, un tono gastado, casi moribundo... 
Joseph estaba sentado en el suelo, con el brazo vendado con su propia camisa y los ojos entrecerrados. Por su brazo corría sangre y parecía no aguantar más que unos minutos para desvanecerse - Ven conmigo, amor...
Corrí a su lado y tomé su rostro en mis manos. Sólo pude besarlo apasionadamente mientras sentía que él lloraba entre besos.
- ¿Quién te hizo esto, amor?- mis lágrimas no cesaban ante la imagen de Joseph en mis brazos, débil y ensangrentado por todas partes - Necesito saber quién fue...- le susurré en el oído.
- No, cariño - dijo gastadamente - No te lo diré porque harás una locura y no quiero perderte de nuevo... Sólo quiero que te quedes conmigo todo el tiempo que puedas o por lo menos, hasta que vengan los paramédicos...- sonrió ante el dolor que emergía de su brazo.
- Nunca me vas a perder. Yo me quedo aquí contigo - me apoyé en su hombro.
Nos quedamos en silencio mientras él me acariciaba con su poca fuerza. 
- Te amo, Dayna - pronunció algo dificultoso y sus ojos se transformaron por unos segundos en algo tierno más que casi desorbitado - Te amo más que a mi vida... Porque quién me mantiene vivo eres tú, a la que le pertenece mi respiración es a ti y a nadie más. Si yo no llego a...- mi mano tapó en su boca para callarlo.
- No lo digas - dije al borde de la desesperación y las lágrimas.
- Pero... no me siento muy bien y... no quiero mentirte, no quiero... lastimarte con una promesa que no sé si cumpliré- sus ojos se llenaron de lágrimas junto a los míos.
- Nada de promesas ni malos augurios, Joe - le susurré cerca de su rostro cansado y sus pupilas débiles - ¿Te has olvidado de nuestra promesa, esa que hicimos en esta misma oficina?
Joseph asintió todavía débilmente pero su sonrisa pudo sostenerse en aquel momento.
- Siempre la cumpliré... Estaremos juntos aunque el destino quiera accidentar nuestro amor porque Dayna, como alguna vez te lo prometí y te lo declaré... te amo mucho más de lo que mi cuerpo puede soportar, más de lo que puede coexistir en el corazón de un hombre...- su mano sana me acarició la mejilla y acunó mi mentón entre sus dedos. La tomé junto a la mía y cerré los ojos ante la brusquedad con la que una profunda angustia me azotaba el cuerpo. Su luz parecía apagarse ante mis ojos y no sabía qué hacer para mantenerla conmigo.
- También te lo prometí y te lo sigo prometiendo: aunque el destino quiera accidentar esto que siento cada vez que me miras, me besas o tan sólo compartimos unas cuantas palabras, buscaré a ese bastardo llamado “Destino” y lo obligaré a que vuelvas conmigo...- su boca se ladeó en un tipo de mueca sonriente y suspiró dificutoso. Su cabeza se movió y ahora lo invadió algún dolor que desde el agarre de nuestras manos, se sintió la forma en que se tensó.
- Joseph ¿está todo bien?- mencioné entre lágrimas y él no contestó.
Sus ojos habían quedado abiertos y congelados. Mi corazón se detuvo inmediatamente y su mano se deslizó inmutable hasta caer en su regazo.
- ¿Joseph?- grité – ¡Joseph, contéstame!- moví su cuerpo y sólo noté como su cabeza caía sobre su hombro.
- Aléjese, señorita...- escuché llegar a tres hombres que tomaron a Joe en sus brazos y se lo llevaron hacia el pasillo.
Sólo escuchaba los fuertes latidos de mi corazón y su nombre pronunciado en gritos en mi boca.
Él se alejaba de mí y por un instante sentí el vacío de que aquella persona no volvería a cruzarse en mi vida.
Un muchacho me sostuvo en sus brazos mientras caía al suelo, mientras mi cuerpo pedía a gritos a su otra mitad, a la persona que más amaba.
- Tranquilícese. Todo estará bien...- escuché entre los gemidos de dolor que se desprendían de mi garganta. Todo mi ser se tensó y cayó estallando en miles de astillas al suelo como un cristal delicado que dejaron caer al vacío... Un vacío no tan profundo, un vacío que nadie llenaría de ninguna manera posible.
Kevin se alejaba corriendo detrás de los hombres que llevaban en brazos a Joseph y desaparecían casi tortuosamente de mi vista...
- ¡Joseph!- grité de nuevo antes de sentir que mi mundo se oscurecía ante mis ojos y en los brazos del paramédico...


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