Mi paciencia se estaba agotando al ver que Joseph estaba tardando tanto. Ya se estaba por cerrar la empresa y él no salía. Lo primero que podía llegar a pensar era que se iba a quedar trabajando y me volvería a dejar plantada con la cena.
Estamos hace casi un año juntos y estas cosas eran las que desgastaban todo lo que habíamos construído. Habíamos hablado muchas veces sobre el tema de la adicción que tenía para con el trabajo y pareciera no haberlo entendido.
Otra de las hipótesis que se me venían a la mente era el hecho de que estuviese corriendo peligro o algo peor: me esté engañando una vez más.
Era una estupidez que yo piense que me estaba engañando, ya que se había comportado muy dulce y atento durante las horas de trabajo y el almuerzo que me había dedicado.
Todavía estaba sentada en la sala de espera de la entrada, con las piernas cruzadas y los ojos cansados del maldito computador que había manejado la mayoría del día por unos papeles que necesitaba el señor Jonas, el padre de mi noviecito desaparecido.
- Maldita sea – mascullé entre dientes al ver que hace una hora estaba allí, escuchando los interruptores de las luces dicroicas apagarse y el pasar del conserje sin su uniforme, con una sonrisa tranquila al verse libre esa noche.
- Adiós señorita – me dijo al pasar por mi lado con un tono mexicano muy agradable.
- Adiós...- aunque trataba de estar bien, me sentía más plantada que un árbol. Veía como el señor se alejaba y yo quedaba en la penunbra en busca de mi hombre de trabajo y dueño de mi cama... Aunque con esa dejada no lo dejaría ni tocar la sala de estar.
Pero de repente, escuché que el ascensor hacía ruidos y los números descendían a partir de mi piso de trabajo y el de Joe.
<< Al fin, justo a tiempo para insultarte...>>
- ¡Te he dicho que me dejes!- una gran sacudida de dolor se prolongó en todo mi cuerpo. Nunca imaginé que él llegaría a tratarme así.
- El único que dice cuando se acabará seré yo...- su sonrisa renocorosa y enmarañada me congelaba. Nunca pude predecir algo como esto, tumbada sobre el edredón de la cama y con él, abruptamente, acorralándome con el peso de su cuerpo sobre el mío... ¿Por qué tenía esa expresión satisfactoria? ¿Le divertía el hecho de asustarme...?
- Por favor...- mis ojos se aguaron al instante ante el frívolo contacto de la mirada de aquel hombre que alguna vez me observó con cariño y amor... Esas sensaciones se había esfumado, quedando la tensión entre el vislumbre silencioso que emergía de todo ese contacto visual.
- El único favor que te pediré que es que te arrodilles frente a mí...- dijo secamente y me tiró del cabello. Nunca en mi vida me habían tratado así. En ese momento, deseaba que Joseph me ayude.
- No...- pronuncié en llanto. No iba a hacerle nada.
- ¿Cómo dijiste?- su voz se notaba agresiva y un tanto malentonada. En su traje se sentía el hedor a alcohol.
- Déjame o Joseph te romperá la cara – lo pude confrontar aunque el valor se me escapaba por los poros con la simple idea de que me iba a hacer algo, pero yo estaba segura de que Joe me salvaría... Hasta que escuché la risa de aquel bastardo.
- ¿Ahora esperas a tu novio?... Eres patética, mujer – esbozó conforme con su autoridad mientras sentía que mi ropa se deshacía en pedazos entre sus manos. Esta vez, el miedo había llegado a un nivel muy alto - ¿Crees que el cobarde de tu noviecito de rescatará?- decía confiado y me acorralaba contra el muro – No te rescatará ni te volverá a ver...- afirmó y me tomó de las muñecas. Sólo quería llorar hasta ahogarme si era posible que Francis le había hecho algún daño.
- ¡No, Joseph!- grité desesperada tanto por Joe como por la forma en que me lastimaba los brazos con su agarre nervioso. Me miraba a los ojos y no podía creer que esa mirada no era la misma de hace tres años, ésa que me había conquistado instantáneamente. Él había logrado enamorarme alguna vez.
Mientras seguía con sus séquitos de caricias agresivas y sus obscenas prosas dedicadas a mi cuerpo u a cosas que suponía que le hiciera, todo mi ser pedía morir antes de caer asesinada por culpa de aquel persona... o más bien, de aquella bestia.
Las caricias seguían subiendo y bajando esporádicamente, surcando mi cuerpo con dulzura por ratos y en cuanto él se daba cuenta de que estaba siendo dulce, empezaba con mis peores pesadillas. En un fuerte tirón, mi camiseta se rasgó entre mis pechos, la punta de su lengua recorrió cada monte con cuidado, bajando hacia mis pezones entumecidos. Él lo mordió ni bien tuvo contacto con ellos. Mis gritos empezaban a retumbar en el pequeño cuarto...
Mi más grande fobia era tener una y el miedo a él empezaba a afectar mis neuronas, el simple hecho de que estaba masacrando mi cuerpo, robándome el alma como si fuese un mercenario codicioso y llevándome para dónde él quisiese, con su fuerza bruta y sus palabras alegóricas de notable narcisismo, me estaban rebajando a un objeto, uno que deseaba que todo pase rápido o que alguien lo salve de tal atros circunstancia, que mi novio me salvara de esa pesadilla...
El verdadero Francis se había esfumado de ese cuerpo.
- ¿Lloras por él? Nunca lo hiciste por mí, cariño...- me tomó en brazos y me arrojó una vez más a la cama con fuerza.
Sólo Joseph se me venía a la cabeza y la persona que tenía enfrente de mi rostro me lo bloqueaba con la presencia del miedo, con la simple reacción de verlo desabrocharse los pantalones con torpeza.
- Y nunca lo haré, Francis... No te mereces mis lágrimas ni nada de mi parte – pude contestar aún temiendo por las consecuencias. Ya no le encontraba sentido a nada si no sabía nada de Joseph.
- Lo que me merezco es más que tontos sentimientos... Solamente quiero tenerte para mí y en este momento, preciosura – vaciló tontamente con amargura en cada rasgo de su cara. Era sólo un alma en pena y una que también quería vengarse sin razón alguna que lo justifique.
- No ganarás nada violándome.
- ¿Violarte?- dijo a carcajadas irónicas – No digas sandeces, niña... Tú sola querrás que te sacuda un poco, me lo pedirás a los gritos – las cosas que decía me daban náuseas, sintiendo que mi vida se acabaría de la forma más abrupta y terrible como ser abusada por alguien que alguna vez amé y en ese momento, me quería ver plañir por todo lo que pensaba que le había hecho...
Una venganza que me podría costar la vida y parecía haber costado la de mi novio también.
“Si le haces caso, él no te lastimará...” , una de las más grandes mentiras.
Tenía que tener en cuenta que él lo hacía para herirme tanto física como anímicamente, gozando de cada sollozo y cada gemido de susto que emergía de mi ser congestionado en pensamientos casi inimaginables, cosas que él podía llegarme a hacer en esas circunstancias.
- Ya vas a aprender a desearme, ya entenderás que el mundo no es amor verdadero y príncipes que mencionan sus sentimientos por todos lados como unos afeminados de mierda. Verás la cruda realidad que deberían aprender las muchachitas como tú, el verdadero propósito de su existencia- sus ojos estaban turbados y oscuros. Sus palabras eran dedicadas a su orgullo herido, a su falta de dominación ante mí que, cuando vi que me engañaba, escapé desesperada.
Nunca había pensado que un hombre tan peligroso, hasta el punto de violarme, hubiese conquistado mi corazón alguna vez.
Me tenía cada vez más aprisionada, sintiendo su erección cerca de mis muslos que se escontraban descubiertos. Mi falda había quedado casi como cinturón.
- ¿Por qué, Francis?- pronuncié su nombre asustada, sin saber qué creer o qué le ocurría para que me tenga casimente secuestrada en ese apartamento desconocido, amplio y frío - ¿Qué te he hecho?
- La última vez que te vi tuvimos un buen acostón y ahora que ya decidiste buscarte alguno que otro bastardo, tendrás que cobrar algunas multas por tu desacato e infidelidad. Podemos congeniar un buen y sucio jueguito parecido al de la otra vez...- dijo bajo y me asqueó por completo.
Continuará...
ahhhh esta genial! siguela!
ResponderEliminarsorry por no leerla antes!
pero tengo demasiada tarea!:(
bueno siguela pronto!
esta super interesante!
romina